jueves, 5 de noviembre de 2015

Cuento: En compañía de un valor.

¡Permiso! ¡Buenos días, buenas tardes o noches, queridos chicos y queridas chicas! ¡Hola, chicos y chicas! ¿Cómo están? Queremos compartir junto con todos ustedes, una dedicatoria especial.

Queremos compartir y presentarles desde la Ciudad de Córdoba Capital, Argentina, junto con toda mi familia, con todos mis seres queridos y amigos, tanto para cada uno de ustedes, como así también; para cada una de sus familias, para cada uno de sus seres queridos y amigos, el quinto cuento que escribimos y se llama: "En compañía de un valor".

Cuento: En compañía de un valor.

Fecha: 5 - 11 - 2015.

Autor: Nico Estevelle.

Es una tarde de miércoles muy fría de otoño. El viento sopla con suavidad las hojas caídas de los árboles, como quien está barriendo la esquina de su hogar, sin ningún apuro.

Una señora mayor desde lo lejos, observa a un niño ofreciendo diferentes tipos de lata de legumbres y libros de novelas comprados por su hermano mayor, que trabaja como profesor en una escuela. La mayoría de las personas que pasaban por allí, en esa calle, algunos le daban billetes con mucha prisa para no llegar tarde hacia sus trabajos, otras personas le daban sus monedas, e incluso, dos o tres personas adolescentes que se dirigían caminando hacia la facultad de la universidad, se quedaban compartiendo y cuidándolo a él, por un cuarto de hora.

—¡Hola, ten estas monedas, querido! exclamé esbozándole una suave sonrisa, mientras iba abriendo el cierre del monedero, varias monedas para depositarlas en una lata vacía de legumbres que tenía aquel niño, con un cartelito que decía: "Dinero, aquí".

—¡Hola, señora! —respondió él. A lo que ella enseguida, agregó:

Quédate tranquilo, porque no te haré daño. Vine aquí, para entregarte esta bufanda —explicó la señora, sacándose de inmediato de su cuello una bufanda de lana azul, muy extensa. —Toma ésta bufanda, es un obsequio de mi parte. Es para que tú te protejas de este otoño, mi amor —detalló con un tono sereno y dulce. 

¡Gracias, señora por sus monedas! —agradeció él, extendiéndole con sus brazos abiertos de par en par, mientras ella hacia lo mismo con él, para obsequiarle un nuevo inicio de amistad, que recientemente estaba comenzando.

—No me lo agradezcas. ¡Gracias a ti, por compartir estos momentos!

Luego la señora, añadió:

—Me llamo, Nuria —expresó dándole un pequeño beso en la mejilla derecha al niño.¿Y tú, cómo te llamas? —inquirió después ella sentada y apoyando sus ambos brazos sobre en las piernas, observándolo con mucho más curiosidad.

—Me llamo, Julio —respondió él, agachando su cabeza hacia el suelo, como si a él le estuviera dando vergüenza a ella, por haberle ocasionado muchas molestias en la calle.

—Mucho gusto en conocerte, Julio —refutó extendiéndole su mano derecha, hacia el joven.

—¡Igualmente, señora!

Desde ese día, cada miércoles que la señora Nuria se dirige al kiosco para comprar el diario. Su nuevo amigo Julito, la espera una cuadra antes; para acompañarla hacia el pequeño puesto del señor kiosquero, y nuevamente la acompaña a su casa, para compartir una nueva tarde de amistad.

Fin.

¡Sigan así, queridos amigos y queridas amigas!

¡Los queremos mucho, queridos amigos!


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