Sábado, 11 de noviembre de 2006.
Eran las ocho y diez de la noche en aquella noche casi de verano que hacia, en donde unos leves vientos cálidos del sector sur, nos levantaba las capas de unas antiguas sábanas, hacia cada una de nuestras cabezas, mientras que tantos mis primas como yo, continuábamos jugando en el patio de su casa, a ser los reyes y reinas de esa misma noche.
―Camila, ¿Y si ahora jugamos a ser brujos y brujas, con estas misma capas?―Pregunté con un tono de voz de curioso y ansioso, mirándola a sus bellos ojos.
Lo miró sonriéndose a él.
―¡Bueno, Nico!.
―¡Chicos!, ¡Chicos, por favor vengan a comer!―Replicó sentada desde la silla de la cocina, nuestra mamá tanto hacia nosotros ( a mí hermano y a mí), como así también a mis primas, para que ingresábamos nuevamente a la morada para cenar y luego seguir jugando allí afuera.
―¡Ahí vamos, mamá!― Expresamos con un tono de voz obediente, casi bajándonos con mucho cuidado, desde la parte trasera de la camioneta de nuestro tío, para después poder salir corriendo hacia la luz del rayo, hacia dentro de la residencia.
―¡Ahí vamos, tía!― Añadieron nuestras primas con un tono de voz unísono.
Una vez que nosotros cuatro, habíamos entrado hacia la casa de nuestra tía. Fugazmente cada uno eligió su silla en la cocina, para cenar la rica e irresistible comida que preparaba nuestra tía, cada vez que la íbamos a visitar.
Pasadas unas horas después cuando mis primas, como mi hermano y yo terminábamos de comer... nos habíamos parado del asiento y antes de irnos, les dijimos a cada uno de nuestros papás observánndolos a los ojos y con un tono de voz de corro unísono. ―¡Que tengan un buen provecho!.
―¡Gracias!, ¡Gracias, hijos!.
―¡Ahora, Nico comencemos a jugar al juego de los brujos y de las brujas!. ¡Ahora yo te voy a enviar un hechizo para que te quedes quieto, acá!, jajaja.
―No lo creo, Cami, porque ahora hice un campo de fortaleza y eso mismo hará que todos tus poderes mágicos no me puedan hacer daño querida prima, jajaja.
―¡Chicos!, ¡Chicos, por favor vengan a comer!―Replicó sentada desde la silla de la cocina, nuestra mamá tanto hacia nosotros ( a mí hermano y a mí), como así también a mis primas, para que ingresábamos nuevamente a la morada para cenar y luego seguir jugando allí afuera.
―¡Ahí vamos, mamá!― Expresamos con un tono de voz obediente, casi bajándonos con mucho cuidado, desde la parte trasera de la camioneta de nuestro tío, para después poder salir corriendo hacia la luz del rayo, hacia dentro de la residencia.
―¡Ahí vamos, tía!― Añadieron nuestras primas con un tono de voz unísono.
Una vez que nosotros cuatro, habíamos entrado hacia la casa de nuestra tía. Fugazmente cada uno eligió su silla en la cocina, para cenar la rica e irresistible comida que preparaba nuestra tía, cada vez que la íbamos a visitar.
Pasadas unas horas después cuando mis primas, como mi hermano y yo terminábamos de comer... nos habíamos parado del asiento y antes de irnos, les dijimos a cada uno de nuestros papás observánndolos a los ojos y con un tono de voz de corro unísono. ―¡Que tengan un buen provecho!.
―¡Gracias!, ¡Gracias, hijos!.
―¡Ahora, Nico comencemos a jugar al juego de los brujos y de las brujas!. ¡Ahora yo te voy a enviar un hechizo para que te quedes quieto, acá!, jajaja.
―No lo creo, Cami, porque ahora hice un campo de fortaleza y eso mismo hará que todos tus poderes mágicos no me puedan hacer daño querida prima, jajaja.