viernes, 25 de diciembre de 2015

¡Bienvenido a nuestro estimado blog, el gran escritor argentino, el señor: Pancho Aquino, queridos amigos!

¡Permiso! ¡Buenos días, buenas tardes o noches, chicos y chicas! ¡Hola, chicos y chicas! ¿Cómo están? Queremos compartir junto con todos ustedes, una dedicatoria especial.

Queremos compartir y presentarles desde la ciudad de Córdoba Capital, Argentina, junto con toda mi familia, con todos mis seres queridos y amigos, tantos para cada uno de ustedes, como así también; para cada una de sus familias, para cada uno de sus seres queridos y amigos, el cuento que se titula: "Siempre hay una estrella" y fue escrito por el gran escritor argentino de libros infantiles: El señor Pancho Aquino.

Cuento: Siempre hay una estrella.

Autor: Pancho Aquino.
Voy a contar una historia que sucedió hace muchos años.
En aquellos tiempos, mi vida en el campo era como la de todos, levantarse con la salida del sol y acostarse al atardecer.
Por las noches, se podían adivinar las tenues luces de los ranchos cercanos... alguna lámpara o unos leños encendidos, temblorosos en la inmensa oscuridad.
Mi casa estaba a unas veinte cuadras del primer asfalto, un caminito cruzado el campo servía para acortar distancia.
Yo tenía, por entonces, un amigo muy especial, Raulito, un chico muy bueno, capaz de compartirlo todo.
Venía a jugar a la pelota o salíamos a cazar cuises con la gomera; hoy estoy contento por mi mala puntería: nunca le pegué a ninguno.
Recuerdo que, al atardecer, su padre llegaba a buscarlo en el coche más lindo que yo había visto y, al irse, me dejaba una bolsa con golosinas o algún libro.
Una vez, Raulito se quedó a dormir en mi casa y fue grande su desilusión cuando, al llegar la noche, comprobó que no teníamos luz eléctrica.
Algunas velas y las llamas de la leña alumbraban apenas la casa. Mi padre trató de explicarle qué pasaba, pero Raulito no podía comprenderlo, y esa noche permanecimos despiertos, charlando sobre las ventajas de la luz eléctrica, hasta que el sueño nos venció.
Se acercaban las fiestas de fin de año y con los chicos organizamos una reunión para la Nochebuena. La mamá de Carlitos, como siempre, traería unos ricos tallarines caseros, mi mamá prepararía pastelitos, y todos cantaríamos con Juan y su guitarra.
Invitamos especialmente a Raulito, y pensando en él, para esa noche preparamos más lámparas y velas que nunca.
Anochecía cuando lo vimos llegar. Corrí a darle la bienvenida, aunque confieso que quería saber qué traía, pues las dos cajas que bajó su padre del coche llamaron mi atención.
En la caja más chica había pequeños paquetes, con el nombre de cada uno de nosotros, eran los regalos para poner en el arbolito de Navidad. Nosotros, nos miramos apenados, ni siquiera haríamos pensando en eso.
Pero todos queríamos saber qué había en la caja más grande. Raulito nos dijo entonces que como nosotros vivíamos a oscuras, él nos había traído la luz, que antes de salir de su casa había encendido las luces de su arbolito de Navidad y había colocado todo cuidadosamente en esa caja y que casi tendríamos más luz, como en la ciudad.
Mis amigos se rieron y cada uno fue a buscar las velas para iluminar el hogar.
Raulito no les hizo caso y comenzó a sacar las lamparitas, mientras yo le ayudaba.
Ya era de noche, las velas encendidas iluminaban la casa, y mientras acomodábamos las lamparitas y los adornos, mis amigos se burlaban de nosotros.
Cuanto todas las lámparas estuvieron colocadas y ninguna encendió, Raulito se puso muy triste y yo también; no quisimos comer nada, y abrazados salimos al patio.
El cielo estaba nublado, el viento soplaba con fuerza y las velas se apagaron. Cuando todo quedó a oscuras, apareció en el cielo la estrella más brillante que jamás habíamos visto y en ese instante se hizo la luz, las lamparitas alumbraron el lugar, el arbolito resplandecía y mis amigos, sorprendidos y asustados, enmudecieron de asombro. Fue inolvidable.
Raulito me miraba con su cara iluminada, y sonreía. Parece que, cuando alguien quiere llevar la luz, siempre hay una estrella que ilumina.

Fin.
Señor Pancho: ¡Lo queremos y admiramos mucho!
Señor Pancho: ¡Siga así!

¡Sigan así, queridos amigos y queridas amigas!

¡Los queremos mucho, queridos amigos!

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